Tengo la bendición de ser políglota. Hablo muy bien el español, inglés y francés y tengo bastante conocimiento del portugués, yoruba y kikongo. Los idiomas siempre me han fascinado y se me hace fácil aprenderlos. El tener un buen oído para los idiomas también me hace más consciente del poder de los idiomas y sus usuarios a la hora de incluir o excluir a personas.
Desafortunadamente, en las comunidades Lukumí y Orisha en el Nuevo Mundo, el lenguaje presenta una barrera para los recién llegados. Las personas que quieren aprender sobre las prácticas religiosas de las personas afro-descendientes tienen que adaptarse cultural y lingüísticamente a hispanos y afro-descendientes si es que nos son parte de ninguno de esos grupos. El proceso de aprendizaje incluye el aprender a lidiar con las reglas y las particularidades culturales de los ilés (casas templo de Orisha) y el aprender español lo cual permite una mejor integración en casas donde el español es preponderante o donde se ve el bilingüismo. Una vez que un recién llegado logra ser bienvenido al seno del ilé, y comienza a aprender sobre los orishas, se percata de una segunda realidad. Hay una complejidad adicional, el idioma yoruba. Este lenguaje es tonal y es central en los rituales devocionales. Sería tal vez más fácil si es que dicho idioma se hablara correctamente. Sin embargo, el asunto se complica porque lo que ha sobrevivido como el lenguaje litúrgico Lukumí es una versión fracturada del yoruba.
Nuestro lenguaje litúrgico bien podría ser el mítico Santo Grial. El acceso al mismo es guardado celosamente y, en muchos casos, reservado para oloshas (los sacerdotes y sacerdotisas) que han consagrado su vida al servicio de los orishas. Por tanto, al negar el acceso a la mojuba (oración devocional personal) a un aborisha (persona que ha recibido los elekes, collares consagrados, y/o los Guerreros) es un claro ejemplo de cómo el lenguaje es usado para excluir a personas. El solo mencionar que un aborisha puede y debe aprender la mojuba inicia candentes debates. Esto se debe a la creencia de algunos oloshas y babalawos (sacerdotes de Ifá) quienes consideran que esta oración es sacrosanta y permitida solamente a aquellos iniciados a su nivel.
Cuando el lenguaje fomenta la exclusión
Analicemos porque algunos mayores en nuestras comunidades religiosas continúen aferrados fieramente a perpetuar el uso de lenguaje para excluir y limitar prácticas religiosas entre los aborishas.
Los oloshas esclavizados y los que lograron su libertad en Cuba no hablaban única y exclusivamente yoruba. En Nigeria, de donde provino una gran cantidad de personas esclavizadas, se hablan varios idiomas, entre los principales igbo y hausa. Hay vestigios de esos lenguajes que han sobrevivido entremezclados con el yoruba y los cuales hoy día usamos en ceremonias para los orishas. Sin embargo, el yoruba permeó los rituales y las prácticas que fueron adoptadas por los criollos.
Para lograr una integración al mundo misterioso de los orishas hizo falta aprender el lenguaje hablado por sus mayores. Según los criollos aprendían más de los orisha, se dieron cuenta que el lenguaje protegía y ocultaba las prácticas que ellos deseaban aprender y perpetuar. El conocimiento es poder. Por tanto, el tener dominio o al menos retener un cierto conocimiento de un lenguaje complejo fortalecía el dominio de este código religioso. A la misma vez, el salvaguardar este idioma litúrgico cultiva un aura de misterio y perpetúa un elemento vital: el control.
He aquí lo que quiero recalcar, en Nigeria se habla el yoruba, por tanto, esto inmediatamente desmitifica el uso exclusivo de la mojuba. Esta oración puede ser dicha por cualquier persona que hable ese idioma. Fundamentalmente, cualquier persona que quiera dar gracias al creador, a los ancestros, pedir protección de calamidades y pedir bendiciones lo puede hacer.
¿Qué razón lógica que se puede proveer para refutar el derecho de cualquier ser humano a pedir bendiciones del Creador en yoruba o en cualquier otro idioma?
Muchos oloshas y babalawos intentan mantener su posición de exclusión argumentando que los aborishas no tienen derecho a rezar a los antepasados de la osha. Para los Lukumí, los antepasados que tenían consagrado orisha podrían verse como un paralelo de lo que los santos canonizados son para los católicos, personas que son extraordinarias por sus hechos y proezas.
¿Cuál es la razón lógica que justifica el prohibirle a una persona el honor de pedir bendiciones a aquellos que nos sostienen sobre sus hombros, sean iniciados o no lo sean?
La mojuba es una oración básica que debe ser aprendida lo más pronto posible para cualquier aborisha, particularmente para aquellos que han recibido los Guerreros. ¿Qué mejor manera de establecer una relación con orishas fundamentales que el decir con respeto una oración larga y compleja en yoruba, misma que toma bastante tiempo en dominar? Es simplemente ilógico el tener a una persona tocando las puertas del igboosha (espacio ceremonial donde se hace la iniciación como sacerdote o sacerdotisa) para empezar su vida como consagrado cuando no puede siquiera pronunciar la oración diaria fundamental.
¿Cómo puede un olosha o un babalawo en buena conciencia excluir a un aborisha de aprender la mojuba, en particular cuando ya se ha iniciado recibiendo los guerreros y/o los elekes?
La mojuba refuerza esas iniciaciones y permite a los aborishas el solidificar su devoción diaria al alabar a Olofi, Olodumare, a los ancestros, el reconocer a los mayores (vivos o en el más allá), el pedir que se le proteja de mala suerte y pedir de manera humilde que la buena fortuna se manifieste en su vida. ¿Qué daño puede hacer una persona buscando elevar su vida espiritual por medio de la oración?
Tal vez, lo que hace que los oloshas y los babalawos no enseñen la mojuba, y que en general compartan este lenguaje litúrgico y de igual manera su música es simple, miedo. Cuando un aborisha reza en yoruba tiene una conexión directa con los orisha, con los ancestros, tiene un sentido más profundo de su propósito y de su dirección religiosa. ¡Que cosa tan intimidante debe ser para padrinos y madrinas que aman estar en control el ver a un aborisha con conocimiento de idioma litúrgico!
Cuando el idioma fomenta la inclusión
El rol de los oloshas y los babalawos es como asesores espirituales, y, sobre todo, como sirvientes de los orishas. Los sacerdotes deben apoyar y guiar a los recién llegados y prepararles para ser exitosos en un futuro como potenciales iniciados. No hay necesidad de aferrarse desesperadamente a estructuras hegemónicas anticuadas que sofocan a aquellos que genuinamente aman a los orishas y les buscan hambrientos de conocimiento.
Estoy consciente de que mis palabras pueden ser controversiales entre mis hermanos y hermanas. No busco el ponerles el crear conflictos con sus ahijados. Obro con cuidado y con el entendimiento que todos tenemos el derecho a analizar lo que debemos hacer o no hacer para aferrarnos o no estructuras ilógicas de control.
Mire bien a su alrededor, nuestra mojuba está impresa en varias versiones de complejidad, traducida en muchos lenguajes y disponible fácilmente en libros o por medio del Internet. Nuestras canciones están disponibles para cualquiera que desee aprenderlas. Aun si no tuviéramos la Internet y tantos libros impresos, no hay razón para usar el lenguaje para separar de manera elitista y para excluir a otros. Nuestras comunidades no necesitan esa clase de porteros. Nuestro sacerdocio requiere el estar listos para servir, el estar alertas para identificar a personas con la aptitud y las destrezas necesarias para servir a los orishas. Y, ¿qué mejor manera de servir a los orishas que el humildemente ayudar a desarrollar a futuros iniciados?
La riqueza de una cultura es expresada de varias maneras, en su comida, en sus celebraciones y cuando nos juntamos como comunidad para elevar nuestra voz en orin orisha (con canciones a los orishas) y con adura orisha (oraciones a los orishas). No hay nada que se compare con la energía que se eleva y se palpa en el ambiente al rezar de corazón y en este caso, en yoruba.
Las palabras tienen un inmenso poder: ashé semilenú, el ashé de la palabra. Espero que mis palabras le toquen la mente y el corazón para que vea el poder de la inclusión por medio del lenguaje litúrgico y para que continúe con nuestra misión colectiva de elevar a los aborishas.
Omimelli
Oní Yemayá Achagbá
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