Okú Odún es la expresión que usamos los Lukumí para marcar un kariosha o aniversario de ordenación. Sin embargo, okú odú no es solo el paso de un año más. Debería ser un hito de servicio a los orishas. Debería ser un momento para reflexionar sobre los dones y bendiciones que los orishas ha impartido en nuestra vida. Debería ser un momento para agradecer a Olofi por el privilegio de tener mayores que nos abrieron las puertas de sus hogares y de su corazón y nos elevaron al rango de olosha.
Hoy, mis pensamientos se centran en los aniversarios de orisha. Estos son una razón para “vestir” a los orishas con telas elegantes, adornarlos con herramientas y mazos brillantes y para hacer una celebración en su honor. Dejando a un lado la situación actual con COVID-19 y sus impías mutaciones, estoy a favor de una buena fiesta, pero igualmente feliz de dejar una simple ofrenda sobre la estera al pie de mis orishas para pasar mi okú odún el día en tranquilidad y de contemplación.
Sin embargo, hoy no es mi okú odú. Es el okú odú de Yeguede, o padrino Junior como le llamamos cariñosamente. José R. Merced celebra hoy 1ro de febrero de 2021, sus 42 años de ordenación a Oyá.
Cuarenta y dos años de servicio a Oyá y a los orishas, un hito sin duda. Analicemos eso por un momento. Como babalosha y oriaté, él es responsable por más de 24 ahijados olorishas. A eso, se suman tres hijos de Yemayá, Turi, Laura y yo, a los cuales nos representa y otros Oloshas que no nacieron de su orisha Oyá, pero a los que ha entrenado con igual amor y cuidado. Su trabajo no se detiene ahí. También da seguimiento a una lista cada vez mayor de nietos olorishas y tiene una larga lista de personas a las que ha ordenado como oriaté. Sin embargo, esto no es cosa de presumir de números. La medida de un sacerdote de integridad y respeto excede un ejercicio de aritmética. Ahí es donde entro yo. Como escritora dedicada a documentar la experiencia Lukumí desde una perspectiva personal, hoy es mi honor el escribir sobre mi padrino.
Padrino Junior es un ser humano con virtudes y defectos. Se que tiene temperamento, es exigente y no se deja tomar el pelo por nadie. Por eso lo amo. Sin tener ese valor, dirección y una buena dosis de disciplina, estos 42 años no serían tan exitosos como lo han sido para él. Asimismo, siempre ha sido atento, amable y generoso. Me encanta su risa, su sentido de la gracia y de belleza, y, me gusta lo ordenado y meticuloso que es en casa y en entornos rituales. También sabe cocinar sabroso y eso siempre es una ventaja en mi opinión.
Ser un padrino ejemplar no es solo la mecánica de administrar una casa o ilé o el conocer todos los rituales con precisión. Para mí, significa estar a la altura del desafío de educar, orientar y lidiar con el hermoso conjunto de problemas que cada ahijado en un momento u otro trae a casa a babá. En los años que he compartido con él, lo he observado sabiendo cuándo estar allí para los ahijados, cuándo dejarlos errar y ayudarlos a levantarse cuando no están a la par con sus deberes y responsabilidades.
Como sacerdote, también es un pilar en la comunidad Lukumí. Padrino Yeguedé se enfrentó al desafío de defender los derechos de los Lukumí en Texas en 2009 cuando la ciudad de Euless trató de impedir que realizara rituales en su casa. El caso Merced vs. Kason fue defendido por el Becket Fund for Religious Liberty. El caso también está documentado en Gods, have Merced! Estuve allí cuando llegó la policía durante un kariosha y sé lo difícil que fue esta batalla legal para el padrino. ¿Se alejó de una batalla legal? No. La lucha lo hizo más fuerte y lo hizo apreciar quién lo apoyaba y quién lo reprendía en silencio, porque había quienes movían la lengua chismorreando desde la impotencia de sus sombras. Su victoria fue una victoria para todos los Lukumí y contó con el apoyo del babá Ernesto Pichardo siguiendo los pasos del caso Iglesia del Lukumí Babalú Ayé vs. la Ciudad de Hialeah.
Hubo poderes invisibles que me pusieron en su camino hace más de 20 años. Nací en Yemayá, pero fue una hija de Oshún, su difunta madre Sylvia, igbaé, quien nos presentó. Oshún es mi segunda madre, y sin ella no habría encontrado a mi tercera madre, Oyá. Fue Yemayá durante un batá quien puso a mi hijo en tus manos, a tu cuidado.
¿Qué más, más allá de mis palabras, puedo ofrecerle a este cumpleañero que lo tiene todo? Tienes mi admiración, mi amor y mi lealtad. También tienes lo que más importa en mi vida: mis hijos. Gracias por haberle hecho kariosha a mi hijo mayor y darle una nueva vida con Ogún y los orishas. Oggún Addá Araí es dedicado y sigue tus pasos con entrega y fervor. También tienes a mi hijo menor, Ayótomíwá, tu nieto en osha, que también te enorgullecerá con el tiempo. Todos les deseamos el mejor de los días y muchos años de felicidad y al servicio de los orishas.
¡Feliz okú odún!
Omimelli
Oní Yemayá Achabá
Comments